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Las psicosis.

En el prólogo que dedicó a un libro del psicoanalista Theodor Reik sentencia Freud que «el psicoanálisis es un hijo de la indigencia médica; surgió de la necesidad de auxiliar a los enfermos neuróticos, a quienes ningún beneficio podían ofrecer el reposo, la hidroterapia o el tratamiento eléctrico».

El electroshock y las psiconeurocirugías, antes llamadas lobotomías, siguen empleándose en nuestros hospitales, públicos y privados, poniendo todo el peso de la «enfermedad» en el paciente, con el consentimiento, en algunos casos, de su propia familia que expresa su intención de que el familiar enfermo sea «curado» o «controlado».

Donald W. Winnicott afirma que enfermamos psíquicamente para escapar de un colapso: «Para abrigarnos en nuestra debilidad extrema, para preservarnos de la destrucción. La enfermedad de esta manera es una invención de una fortaleza inútil, un intento de fuga malograda».

«Delirar» viene del vocablo latino lira, que significa surco, y el prefijo de indica salir deabandonar, esto es, el delirante es aquel que se sale del surco de la realidad, pero ¿de qué realidad?

Hay infinidad de casos en la clínica que demuestran lo inútil de querer convencer a un sujeto que delira de que las cosas no son como él las dice. Recordemos por ejemplo el caso de una mujer anciana que afirmaba estar embarazada: ante su insistencia los médicos le realizaron los estudios clínicos para «demostrarle» que no era así; enfrentada a las pruebas radiológicas, sin embargo, la mujer afirmó, llegando luego a denunciar a los médicos, que los sanitarios le habían provocado un aborto con las radiaciones de las máquinas de exploración. 

El delirio cumple una doble función que no debe desconsiderarse: por un lado, al igual que un sueño, viene a satisfacer un deseo y por otro es un intento narcisista de curación.